domingo, 19 de diciembre de 2010

Siento que no puedo caminar, no puedo ver. Mi cabeza da vueltas. El cuerpo está indefenso, frágil. No tengo voz, no puedo gritar. Quiero vomitar. Necesito vomitar algo. Las paredes están en lugar del piso, y el piso… Me quiero acostar. No puedo estar sentada. No puedo mantenerme en pie. Quiero acostarme. Tengo una capa de calor gruesa, muy gruesa sobre el cuerpo. Me desnudo. La capa sigue ahí, va a aplastarme. Necesito que haga frío.

Estoy en el baño, no encuentro la puerta. No llego hasta la puerta. Mis brazos sin fuerza quieren abrazarse a mis piernas que tiemblan, más abajo, lejos. Abrazarse fuerte. Hay algo que está queriendo escapar desde mí interior. Abro la ducha, y me recuesto en la bañera. El agua está caliente. Quiero sentir frío. Estoy enferma. Estoy muy enferma. Yo creí que todo esto era una sombra fuera de mí, pero aún sigue dentro. Y está vivo. A mi sombra le falta una mitad. Estoy sola.

Quiero beber agua. Hay unas pocas lágrimas cayendo por mi rostro que me queman la piel. No puedo cerrar los ojos; si los cierro siento que me caigo desde algún lugar ubicado demasiados metros sobre la superficie. Vértigo.

Cierro la ducha. Me acuesto sobre una toalla, la que me envuelve el cabello me hace de almohada. Tiemblo. Aire. ¿Por qué no hay aire? No puedo respirar, pero tengo signos vitales. Estoy asfixiándome en el suelo del baño del fondo de mi departamento. Mamá grita que está la cena. También hay otra voz. Hay una voz dentro de mí, a mí alrededor y detrás. Quisiera voltear, pero la cabeza me pesa y algo en ella late desesperado. La voz ha regresado. He caído. No la reconozco, es una voz distinta. Una voz anónima. No entiendo qué quiere transmitirme, qué está diciendo. Habla en un idioma que me es extraño, desconocido. Necesito que se calle. Necesito aire puro, no éste que está cortándome el esófago.

Quiero dormir; y soñar que puedo recolectar crepúsculos con una red para cazar mariposas. Quiero que alguien apague la luz y me de oxígeno. ¿Dónde estás? Estoy enferma dice la otra voz. Estoy enferma dice mi voz. Está la cena, repite mamá.

Estoy abrazándome tirada sobra baldosas grises. Estoy cansada. Muy cansada. Y no puedo respirar.

Nada encaja nunca

- Creo que uno de mis problemas ha sido siempre mi tendencia a simplificarlo todo. Para que todo encaje, en el mundo existen dos tipos de personas, las buenas y las malas. O se es de una manera o de otra, no hay término medio. Las primeras tienen buenos sentimientos y las malas no pueden tenerlos. En mi mente, que quiere simplificarlo todo, las personas estamos mal o bien; nos sentimos tristes o alegres. Así no hay dudas, que las dudas dan mucho miedo. Ese planteamiento es un error porque en la vida nada encaja nunca, es mentira. Nada natural tiene una forma concreta, no es de una única manera y mucho menos para siempre. Las personas somos complejas y no es posible hacer sencillo el lío en el que se ha convertido mi vida en los últimos meses. No pienso hacerlo porque yo no soy ni buena ni mala; ni estoy triste ni alegre y algunas veces no tengo buenos sentimientos.

- Ya. ¿Pues sabes qué? Ahora yo soy la que se ahoga en su desesperación.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Grita pequeña, ¡grita bien alto!

Quizás era un grito de atención, quizás solo queria que alguien la escuchara, al fin.
Solo queria que las cosas volvieran a ser como antes, o quizás solo queria que llegara su fin, de una vez por todas, para dejar de sufrir y volver a ser libre.
Quien diria que aquella pequeña nimfa, de cabellos de oro y mejillas sonrojadas estaria tan gris, tan muerta, sin vida ninguna, ni ganas de ser.
Oh madre, si la escuchas, llevatela. La verdad es que nadie sabe como ni por qué falleció su alma. Pero su cuerpo continua velando entre nosotros.
Infeliz chiquilla, grita más fuerte, para que te oigan, por fin, los que te deben escuchar.